miércoles, 26 de marzo de 2008

6ª Etapa



Etapa Real: El cubo del vino- Tabara
Distancia: 87.19 kms.
Tiempo: 6.21 h.
Velocidad media: 14.4 km/h.
Velocidad máxima: 51.3 km/h.

Martes 6 de mayo 2008.- "En tierra de nadie"
Amanece en el Cubo del Vino, ya hemos pasado el ecuador de nuestro viaje, como suele ocurrir, los peregrinos que había en la habitación de al lado, ya se fueron, suerte que el albergue tiene habitaciones y estábamos nosotros en la de dentro, así que no nos hemos enterado, para cuando nos hemos levantado ya estábamos solitos, bueno, no del todo, los amigos de anoche, Raul, Toni y Alberto, también están, pero en otra habitación y saldrán más tarde, en el albergue no hay nada para desayunar, así que recogemos todo e iniciamos la andadura, mejor dicho la “cicladura”, la salida de la población es tranquila y según el perfil de la etapa, hoy va a ser suave, y además comienza con un ligero descenso hasta Zamora, así que nos lo tomamos con mucha calma, hace un día espléndido, el camino es muy cómodo, amplio y con buen firme, adelantamos a algunos peregrinos llegando a Villanueva de Campeán, es lo bueno que tiene ir en bici, que estos 15 kms. que nosotros hemos hechos en menos de una hora, ellos han tenido que tardar al menos dos horas, vamos saludando a todos con el típico “Buen Camino”, hay muchos extranjeros, se nota que nos vamos acercando a Santiago porque por aquí nos encontramos más peregrinos que al comienzo.
Peregrinos a la vistaaaaa....

En Villanueva, pasamos al único bar que vemos abierto y desayunamos lo acostumbrado, cola cao y bollería, y salimos con la idea de comprar algo más para comer en Zamora, que la tenemos a poco más de 1 hora de camino, ayuda el hecho de que el perfil sigue descendiendo y los kilómetros cunden una barbaridad, por esta zona se conservan muy bien los miliarios nuevos que ha puesto la Comunidad de Castilla-León, a eso de las 11 nos encontramos a las puertas de Zamora, rodamos por zonas totalmente llanas y con cultivos de cereales por doquier, la entrada en Zamora se produce sin complicaciones, desde lejos se divisa la Catedral, aprovecho para hacer una foto del momento,

Entrando a Zamora...

La catedral al fondo...

Como un señor....jeje...

El Duero en su plenitud (el río, claro)

la entrada transcurre paralela al rio Duero, la verdad es que las vistas son magníficas, y vamos disfrutando tanto del paisaje como del día, a estas alturas, los ánimos ya están desbordados, el miedo de los primeros días ha quedado enterrado, y las cuestas se afrontan ya con la forma física de los kilómetros que llevamos en las piernas y la tranquilidad que supone saber que, de momento, todo va sobre el plan que teníamos previsto, es decir, disfrutamos como niños con lo que estamos haciendo y mantenemos intacta la ilusión del primer día, empapándonos de cuanto estamos viviendo y saboreando todo cuanto nos ofrece el camino.

Monumento al 850 Aniversario de la Conferencia de Zamora (1143-1993)

Nuestras compañeras habituales...

La zona centro de Zamora se presenta, después de cruzar el puente romano, con una cuesta, otra más, pero esta es muy corta, aunque pronunciada, pasamos por la sede oficial de la Fundación Ramos de Castro, responsable de los mojones literarios que nos encontramos en las poblaciones con una frase distinta, en cada uno de ellos, pero de gran sabiduría y que hacen reflexionar, uno de los detalles que más me han gustado es que todas las poblaciones tienen su monolito con un texto donde explican tanto la historia de la población como su vinculación con el Camino.

Una magnífica filosofía peregrina...

Llegamos a la Plaza de Viriato, que como todo el mundo sabe (o debería) fue un guerrero que hizo frente al ejercito romano, más o menos cuando Astérix (solo que este último no existió). Con sus árboles enredados, supongo que por las noches de verano aquí se tiene que estar de maravilla, pero nosotros a las 12 de la mañana y con un sol de justicia, pues, que seguimos nuestro camino, antes de abandonar la población pasamos a una tienda donde nos compramos provisiones para comer, a priori no hay mucha distancia entre las poblaciones, pero como nunca se sabe lo que puede pasar, y ya vamos teniendo experiencia al respecto, pues, nos avituallamos con pan y embutido ibérico, así como bebida en abundancia, y a la salida de Zamora, en un banco que hay, aprovechando que tenía un arbolito para darnos sombra, nos comemos nuestros respectivos bocadillos, para afrontar el tirón de otra manera.


Monumento a Viriato (el que está sobre el pedestal, el otro soy yo)
Una plaza muy recoleta...

Con tal de evitar la carretera, nos decidimos por la opción 2 que nos marca la guía, es decir, salir por la carretera de La Hiniesta, y efectivamente, tal como pone el rutómetro, se pasa al lado de unos vertederos, tal es así que se pierde la pista, las flechas y cualquier indicación, así que decidimos cruzarnos por un terreno totalmente “de liego”, para ir en la dirección correcta, y sin más remedio, buscamos la siempre presente N-630, para llegar a Roales del Pan, aquí nos encontramos con una sorpresa, existe al lado de la calle un mini museo, exposición o no sé como llamarlo, de figuras totalmente artesanales hechas por el dueño de la casa, que van desde imágenes bíblicas a un homenaje al Camino con la figura de Santiago y peregrinos detrás, es cuando menos curioso y desde luego tiene todo el mérito del mundo.

Un museo muy particular

Homenaje a los peregrinos

Así sin más dilaciones nos dirigimos a Montamarta, cabe decir que a estas alturas, habida cuenta de los problemas que tenía en salva sea la parte, hacía más tiempo el viaje de pie que sentado, porque si bien, la cura hizo su efecto, la pomada que tenía no era la más indicada, así cuando ya no podía más, en Montamarta, justo al lado de la iglesia encontramos una farmacia, aún me acuerdo de la cara de sorpresa que puso el farmacéutico cuando me vio pasar, lo primero que me preguntó: -¿vais muy lejos?, - Sí, a Santiago, -¿Y desde donde venís?, - Desde Sevilla, - ¿Y querrás protector solar con la que está cayendo?.... - ejem…pues no, quiero cremita para el culito, jeje, el tío, muy simpático, se troncha de la risa, le digo que es en serio, que me de alguna crema para las rozaduras, y va y me suelta…. – Tenía un 50% de acertar, porque los que pasan por aquí como tú, o me piden crema para rozaduras o me piden protector solar, jajaja.

El Zangarrón... sin comentarios...

Así que nada, con mi cremita y después de inmortalizar la estatua al famoso Zangarrón de Montamarta, seguimos el camino, se pasa al lado de la Ermita de la Virgen del Castillo, y circulamos paralelos a la ya querida N-630, en cuanto nos alejamos de la población y aprovechando la ausencia de más bichos vivientes por allí, paramos al abrigo de unos arbustos y procedo a mi cura para calmar el dolor, la verdad es que la situación es surrealista, para alguien que hubiera aparecido hubiera pensado cualquier cosa, jeje; pero mira, a grandes males grandes remedios, y de no ser por la crema, no sé si hubiera podido terminar.

Ermita de la Virgen del Castillo...

El caso es que debido a la citada situación, mi hermano se había adelantado, y aquí empezó nuestro pequeño calvario del día, yo siguiendo las flechas, el camino de repente se torna abrupto y pasa entre monte bajo y vegetación muy cerrada, el caso es que mi hermano se saltó un desvío a la derecha y yo no, resultado, que sigo avanzando pensando que él va delante y el sigue avanzando pensando que yo lo sigo, el problema es que él está totalmente perdido, porque el camino llega un momento que cruza la famosa carretera y yo voy por la derecha de la misma, mientras que él sigue avanzando justo por donde la vegetación es más alta y no te permite tomar referencias, así al cabo de un buen rato, teléfono en mano, y no logramos localizarnos ni tampoco tomar referencias uno u otro para encontrarnos, y para más inri, mi hermano ha pinchado y las recámaras de repuesto las llevo yo, a duras penas, logramos entendernos, yo me vuelvo hacia atrás y me toca cruzar de nuevo la carretera y tomar uno de los caminos que salen de ella para ir en su busca, él viene andando por otro camino pero como 50 metros más arriba en cota de altitud y 500 metros en distancia, es como en las pelis del oeste, para tenderme una emboscada muy bien, pero para que yo lo pueda ver, pues bastante difícil, al final nos reencontramos, con el consiguiente esfuerzo, la pérdida de tiempo que nos ha supuesto y un poco tocados de ánimo porque así no llegamos a Tábara.
Nos reunimos en gabinete de crisis, y decidimos que avanzamos por la carretera, habida cuenta que estamos aún sin comer, a saber dónde está ya el bocata que comimos en Zamora, así que cogemos la carretera en dirección a Tábara, y mira por donde, nos encontramos con uno de los paisajes más interesantes del día, cruzar el Puente de la Estrella sobre el Embalse de Ricobayo, atravesamos una urbanización, y a estas alturas, nuestra pequeña guía no nos sirve, porque claro, nos dirige a Granja de Moreruela, allá donde se separa la Vía de la Plata en 2 opciones, una para seguir hacia el Camino Francés y otra para seguir por la llamada variante Sanabresa,

Embalse de Ricobayo...
y claro, como nosotros nos vamos para esta última, pues seguimos directamente por la carretera, aquí nos despedimos de nuestra querida N630, y le damos la bienvenida a su prima la N631, que nos conducirá a Tábara, según las indicaciones de los paneles, vamos a acortar algunos kilómetros, así que no nos queda más remedio que llegar sí o sí, porque como no sabemos que habrá desde donde nos encontramos hasta nuestro final de etapa, pues nada, ponemos plato grande, y la máquina de devorar kilómetros empieza su marcha, una vez cruzado el puente, vemos la indicación de un mesón, pero con las pintas que llevamos y la imagen tan sofisticada que tiene el restaurante, decidimos pasar de largo, solo falta que nos dejemos el sueldo del mes comiendo, así que ¿para que están las barritas? Pues para estas ocasiones, barrita y trago de aquarius y para adelante, menos mal que la carretera no tiene tráfico y vamos nosotros solos, pero ¡mira que es aburrida! Encima el paisaje se convierte en pura monotonía, encinas y monte bajo, llegamos a un cruce de carreteras y vemos un cartel en un edificio que pone bar, nada, puro espejismo, son las ruinas de lo que en su día sería un restaurante, entre medias, hacemos alguna incursión por los caminos que transcurren paralelos a la carretera, pero claro, teniendo en cuenta que no llevamos GPS y la guía no nos sirve, cuando giran y se alejan de la carretera, los abandonamos y volvemos al asfalto, menos mal que el perfil acompaña y no se hace muy duro, porque la verdad es que si cuando vas por camino, los kilómetros se hacen entretenidos, aquí, aunque cundan más, se hacen eternos, así avanzamos hasta que llegamos a Pozuelos de Tábara, y ya, aquí sí, justo enfrente de la Iglesia de San Juan Bautista, se encuentra a pie de carretera el Bar Restaurante Vivanco, ya sabemos que es un poco tarde para comer, así que pasamos y nos pedimos unos bocadillos de ternera con unas cervezas, que nos reviven y nos recuperan, la verdad es que los parroquianos que había nos miran como casi todo el mundo, con cara de pensar “¿y estos de donde salen?, pero a estas alturas, como que nos da igual, las bicis las dejamos a la sombra enfrente, apoyadas en la pared de la iglesia y controlándolas por la ventana del bar, mi hermano aprovecha para ponerse crema solar en las piernas, porque el gemelo izquierdo lo tiene al rojo vivo, se ha tenido que improvisar una pantalla de protección con un pañuelo y atárselo por debajo de la rodilla porque con crema y todo lo tenía quemado, y así una vez que estamos repuestos, nos dirigimos a afrontar los últimos kms. hasta nuestro destino, por una vez, hemos llegado al albergue antes de las 7 de la tarde, ya está bien, de todas formas tampoco nos ha sobrado tanto.

El albergue se encuentra en las afueras y está justo en la otra punta del pueblo, es bastante discreto, amplio, tiene una gran sala con electrodomésticos, cocina, lavadora, frigorífico, y otra gran sala con las literas, el único pero, que el baño es muy pequeño para tantas camas, y lo curioso, tiene un “patio” cercado para dejar las bicis, está claro que no es muy seguro porque se pueden saltar la valla, y aunque la puerta se cierra, a primera hora cuando se van los peregrinos a pie, alguien puede adueñarse de las bicis, así que, les ponemos los candados y a asearse y hacer la colada… otra curiosidad, al lado del albergue, para hacer la colada hay un pilón de agua corriente, me explico, 2 pilones, uno para enjabonar y otro más grande arriba para “aclarar”, es decir, que son de agua natural de algún manantial y que se encuentra totalmente abarrotado de lugareñas que están haciendo su colada diaria como vendrán haciendo desde hace décadas, así que una vez acomodados y la ropa tendida, nos vamos al pueblo dando paseo para relajarnos y estirar las piernas.

Tábara a cenar y dormir...

Aquí es la primera ocasión que tengo de acceder a internet y meterme en el foro, porque hay ordenadores en la biblioteca del pueblo, el problema es que es muuuy lento y que a las 7,30 cierra la biblioteca, así que no me da tiempo escribir nada y solamente dejo un mensaje en el foro para informar a los amigos.

Iglesia de Santa María

Nos damos nuestro paseo de rigor por el pueblecito y cuál es nuestra sorpresa, que nos encontramos a nuestro amigo Antonio, sí el de Gerona que tenía las piernas quemadas y que coincidimos en Cañaveral, pues aquí está el amigo, pero aún más, también vemos a Raul y Toni, que han llegado, y nos comentan que han hablado con Alberto y también está llegado a Tábara, ¡qué bien!, hoy cenamos con amigos, visitamos la iglesia de Santa María, con la mala suerte que su torre románica está en obras y no se puede apreciar por los andamios, y después de reunirnos todos, cenamos bajo un velador del bar que hay en la Plaza Mayor, Bar Palacio, una cena de lujo con unas cervezas que cayeron de gloria.
Aquí hablando, nos dimos cuenta de un detalle que nos venía preocupando, al parecer a todos, pero ninguno decía nada, por un comentario sin importancia, alguien dijo que todo iba bien excepto porque estaba “mosca” con las manos, se le dormían los dedos, pero no cuando pedaleaba, sino en ese momento, al cabo de un tiempo de bajar de la bici, por ejemplo, ahora cenando, ¡ja, ja, ja! ¡a todos nos pasa lo mismo!, uno decía que iba comiéndose la cabeza por si era algo de corazón, otro decía que pensaba que era de la circulación, al final, todos riendo, llegamos a la conclusión que es del tiempo, sí, pero del tiempo que nos pasamos encima de la bici, con las manos apoyadas en el manillar, ¡qué bueno! Así que una vez solucionado el misterio y tras dar un paseo para bajar la cena nos fuimos al albergue, tras haber comentado el próximo destino para pernoctar: Puebla de Sanabria.

Con nuestros compañeros de viaje, de izda. a drcha: Toni, Alberto, Jose Andrés, Yo, y Antonio (Raul fue el fotógrafo)

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