miércoles, 26 de marzo de 2008

9ª Etapa


Etapa Real: Laza-San Cristovo de Cea
Distancia: 85.02 Kms.
Tiempo: 6.41 h.
Velocidad media: 12.7 km/h.
Velocidad máxima: 49.4 km/h.

Día 9.- En las puertas del cielo.
Como la peli de J.L. Cuerda, “Amanece que no es poco”, y es que la que se prometía una noche tranquila y descansada al final ha sido un concierto de ronquidos, a los que yo he contribuido con mi escala musical, como no podía ser de otra forma, el problema es que uno de los alemanes que nos acompañaban, cuando él roncaba nadie decía nada, pero si éramos los demás se dedicaba a ir por las literas a despertarte diciendo…. Lo que dijera, porque no le entendía ni papa, el caso es que a las 7, nos hemos incorporado a nuestra rutina diaria, recogemos los bártulos y ensillamos nuestras monturas, el día como estos últimos días, amanece nublado y con llovizna, nos enfundamos nuestros chubasqueros y salimos en marcha.
No nos entrenemos en buscar ningún bar, pensando que ya nos encontraremos alguno donde reponer fuerzas, el caso es que encontramos uno que está abriendo en Soutelo Verde, le ayudamos a la dueña a bajar las sillas que tenía puestas encima de las mesas y nos tomamos nuestros habituales café y cola-cao con bollería variada, cuando nos íbamos aparecieron nuestros compañeros de cena, los catalanes que iban en bici, que se lo tomaban con calma y se sentaron en una mesa para desayunar.
Así, con el tiempo lluvioso, como es habitual, y con el estómago lleno, ponemos rumbo a nuestro destino, nuestra idea es llegar a la hora de comer a Orense, y nuestros cálculos una vez más se verán retrasados por las circunstancias, en este caso orográficas, nada más salir el camino se va inclinando hacia arriba, pero es que cuando llegamos al pueblo de Tamicelas, y lo cruzamos, aquí ya no se inclina, directamente se pone perpendicular, ¡Jesús! ¡qué subidita!, cuando vas comprobando como el camino tiene curvas de 180º, típicas de carreteras de montaña, es cuando dices, esto va a ser duro, pues bien, duro no, durísimo, mira que íbamos concienciados con El Padornelo, La Canda, el famoso Calvario de Andalucía, pero nadie, nos había advertido de la, mítica desde hoy, “Subida a La Alberguería”, la bici parece que pesa el doble que ayer, el agua hace que el chubasquero se te pegue por el sudor y voy más empapado que si no lo llevara, el paisaje es espectacular, eso sí, pero subiendo, subiendo, yo ya no tengo más desarrollo para quitar y veo que esto no es acaba, se me hace eterno, mi hermano hace rato que se distanció, lo que ocurre es que aún lo veo, por las dichosas curvas a la derecha, claro que cuando es a la izquierda el monte lo oculta, el caso es que entre unas cosas y otras, me paro a hacer unas fotos y a recuperar parte del pulmón que voy dejando por el camino, según nuestra guía hay 5 kms. de subida, pues bien, según mi reloj, tardo una hora en hacerlos, no hacen falta muchos cálculos para sacar la media.

Vistas desde la subida a Alberguería
Al final, con el colacao y los croissants totalmente consumidos, y las piernas entre la lluvía y la paliza que casi ni las siento, alcanzamos la cima en el pueblecito A Alberguería, y nos paramos en el Bar El Rincón del Peregrino, cita obligada por lo peculiar de su decoración, totalmente cubierto de vieiras, y que el dueño muy gentilmente te da una cuando llegas y la pone ipso facto, nos quitamos los chubasqueros y en un fuego que tiene, nos calentamos un poco para que se nos seque la ropa y entremos en calor, y como colofón, nos pedimos unas cocacolas y un bocadillo de jamón serrano, para recuperar fuerzas, que nos sabe a gloria y que casi se nos quedó corto.

Rincón del Peregrino, con nuestras vieiras ya colgadas...

Parece mentira pero aún queda sitio para más...

Bueno, después de lo duro de la ascensión, nos queda la tranquilidad de saber que según el perfil de la guía, desde aquí ya no hay que subir más, y hasta llegar a Orense es todo cuesta bajo, pero claro, son las 11 de la mañana y aún nos quedan más de 40 kms. por un terreno que no es precisamente una pista llana, sino pequeñas cuestas, que sí que el desnivel acumulado es negativo, pero que cuando hay un repecho se te hace enorme, y además lloviendo y con las piernas frías, pero bueno, parece que el “lunch” de antes nos ha animado un poco, y eso sí, el espectáculo que nos ofrece el paisaje hace que disfrutemos como críos, cruzamos pequeños pueblos donde aparecen los famosos hórreos (canastros en gallego), encontramos marcas y mojones muy originales y el recorrido transcurre por sendas y caminos entre matorrales, bosques, monte bajo y piedras, y una armonía y una tranquilidad que haces que disfrutes plenamente del momento. En Vilar do Barrio, nos hacemos una foto, pensando que somos originales, entre 2 horreos, y luego resulta que casi todos los peregrinos tenemos la misma foto, jeje. Ya sólo falta que señalicen los sitios pintorescos como en los parques de atracciones, pero bueno, cuando todos las hacemos será porque es un sitio bonito, bueno mejor dicho, son sitios muy bonitos, y disfrutamos de ellos.

Típica foto gallega...

Esto sí son bosques...
... y siempre lloviendo...
¿Has dicho barro?...
Nuestro recorrido mejora en aspecto visual, pero empeora en el aspecto técnico, puesto que transitamos entre bosques cerrados por sendas en las que hay que ir en fila india, y además con la lluvia encontramos agua por todas partes, a veces, nos toca dejar el camino a un lado y cruzar campo a través para esquivar los charcos enormes que inundan el camino, en otras, directamente pasamos sobre ellos, así seguimos avanzando, cruzando pequeños pueblos, de los que no hemos oído hablar en la vida, y probablemente si no volvemos por estos lares, no volvamos a oírlos más, ascendemos un poco hasta llegar a Cima de Vila, aquí tenemos una vista magnífica con unos monolitos muy peculiares que indican el camino a seguir, no se trata de las típicas flechas, sino que parecen esculturas en unas rocas enormes donde hay dibujado una vieira, una calabaza, estrellas, etc.
Seguimos directos a Orense, nos anima el hecho de que preferentemente se tiene a ir hacia abajo, y estamos ya pasado el mediodía largo y nos quedan aún más de 20 kms. por un terreno en el que no se avanza lo mismo que cuando estábamos por el sur, así que sorteando charcos, barro, y esquivando alguna caída que otra, nos presentamos en Orense a eso de las 3 de la tarde, una buena hora para comer algo y descansar las piernas.

Más monolitos bonitos...
En la frondosidad más plena...

Ejemplo de sufrimiento mecánico...
Aquí no nos complicamos la vida, en plena plaza del Ayuntamiento, hay un bar con unas mesas en la terraza bajo unos soportales y para qué vamos a dar más vueltas, nos sentamos, pedimos unas cervezas y unos bocadillos de ternera que no dejamos ni las migas.
Puesto que el día sigue nublado, a veces sale el sol, pero sin muchas fuerzas, estamos parados el tiempo justo para reponernos y comernos el bocata, y tranquilamente, sin prisa pero sin pausa, avanzamos a pie, sobre el casco antiguo de Orense, nos embelesamos con la catedral, con los edificios antiguos, las iglesias que nos encontramos, y llegamos ante el deslumbrante Puente Romano sobre el río Miño, al parecer de los romanos, sólo quedan unas pocas piedras en sus pilares, pero la mayor parte es del Siglo XII, a nosotros nos pareció muy bonito y lo pateamos en su integridad con el fin de saborear tanto el momento, como que nos diera tiempo a hacer la digestión del magno bocata que nos hemos comido. La verdad es que resulta un claro contraste la construcción de este puente, con el puente del Nuevo Milenio que se aprecia más adelante en el que los tirantes que ayudan en la sujeción de los pilares tienen una forma curva que parece que se hubiera derretido.

Plaza del Ayuntamiento... ¿cabemos por esa calle tan estrecha?...
Pórtico del Paraiso, Catedral de Orense
Iglesia de Santa Eufemia

Foto en el puente romano, al fondo el Ponte do Milenio
En fin, como lo bueno si breve, dos veces bueno, nos dejamos de contemplaciones y volvemos a subir a nuestras monturas, y aquí se acaba lo de descender, ahora nos encontramos con una cuesta enorme, según nuestra guía el siguiente pueblo se llama Cudeiro, y cuando advierte que se continua por una “fuerte ascensión”, nos ponemos a temblar, porque en A Alberguería no indicaba que fuera muy dura (se nota que nos ha traumatizado esta cuesta ¿verdad?) y casi dejamos el resuello en las alforjas; el caso es que nos lo tomamos de la única forma que se puede, con tranquilidad, y con 30 kms. por delante, ni nos ponemos nerviosos ni nada, subimos cual caracoles por una fachada, porque justo cuando más falta hace un poquito de agua para refrescar, es cuando sale el sol con más fuerza, cascando a tope en la espalda y hace que subamos muy despacio, tan despacio y tan ensimismado mirando mi rueda delantera, que no me percato que en el arcén hay un coche aparcado y me estampo contra su maletero, menos mal, que como iba despacio (obviamente), no me caído al suelo ni me hago más daño que el orgullo de mirar si mi hermano se ha dado cuenta de lo tonto que estoy, pero no, él va unos metros por delante y ni se inmuta ni se molesta en mirar atrás, así que recojo mi orgullo herido y vuelvo a iniciar el ascenso esta vez más pendiente de la carretera.
Aquí, las fuerzas ya se notan que no están como los primeros días, y entre la paliza del día con la lluvia y que la pendiente desde que salimos de Orense no deja de subir, llegamos a San Cristovo de Cea, paramos en el albergue con la intención de sellar y continuar hasta el monasterio de Oseira, pero, el hospitalero nos advierte que en el Monasterio no hay más que alojamiento y aún nos quedan 10 kms; que son las 7 y pico de la tarde y el cielo sigue cubierto, que no tenemos cena y que, ¡qué narices! Que estamos machacados, y ante la buena pinta que tiene el albergue, decidimos quedarnos a gozar de la hospitalidad de este pequeño pueblo, así que procedemos a nuestro ritual diurno, coger una litera, ducha, aseo, revisar bicis, y tranquilamente pasear por el pueblo hasta encontrar un bar donde engullir cualquier cosa comestible.

Señal del Camino en mitad de la población
Torre del Reloj
La tónica de todos los días se vuelve a repetir, los bares te atienden y tratan muy bien, la comida suele estar estupenda y en cantidad suficiente como para saciarnos, en esta ocasión no recuerdo el nombre del bar, pero sí que estaba justo al lado de la Plaza donde se encuentra la torre del reloj, ese tan peculiar que sólo es eso, una torre con un reloj arriba, no tiene ningún edificio adosado ni nada. Y enfrente justo del bar, se encuentra otro de los originales monolitos que existen por esta zona del camino. Así que recuperados otro día más de las vicisitudes del camino, volvimos paseando y disfrutando de la espléndida noche que hacía hasta que llegamos al albergue y a eso de las 10 de la noche, ya estaba todo en silencio y el resto de peregrinos durmiendo, y para no molestar, pues los imitamos, pensando, que Dios mediante, mañana llegaremos a nuestro destino, aunque nos queden 10 kms. más de los previstos.

Entrada al Albergue...

Los soportales del albergue...

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