Etapa Real: El cubo del vino- Tabara
Distancia: 87.19 kms.
Tiempo: 6.21 h.
Velocidad media: 14.4 km/h.
Velocidad máxima: 51.3 km/h.
Martes 6 de mayo 2008.- "En tierra de nadie"
Amanece en el Cubo del Vino, ya hemos pasado el ecuador de nuestro viaje, como suele ocurrir, los peregrinos que había en la habitación de al lado, ya se fueron, suerte que el albergue tiene habitaciones y estábamos nosotros en la de dentro, así que no nos hemos enterado, para cuando nos hemos levantado ya estábamos solitos, bueno, no del todo, los amigos de anoche, Raul, Toni y Alberto, también están, pero en otra habitación y saldrán más tarde, en el albergue no hay nada para desayunar, así que recogemos todo e iniciamos la andadura, mejor dicho la “cicladura”, la salida de la población es tranquila y según el perfil de la etapa, hoy va a ser suave, y además comienza con un ligero descenso hasta Zamora, así que nos lo tomamos con mucha calma, hace un día espléndido, el camino es muy cómodo, amplio y con buen firme, adelantamos a algunos peregrinos llegando a Villanueva de Campeán, es lo bueno que tiene ir en bici, que estos 15 kms. que nosotros hemos hechos en menos de una hora, ellos han tenido que tardar al menos dos horas, vamos saludando a todos con el típico “Buen Camino”, hay muchos extranjeros, se nota que nos vamos acercando a Santiago porque por aquí nos encontramos más peregrinos que al comienzo.
La catedral al fondo...
Como un señor....jeje...
El Duero en su plenitud (el río, claro)
la entrada transcurre paralela al rio Duero, la verdad es que las vistas son magníficas, y vamos disfrutando tanto del paisaje como del día, a estas alturas, los ánimos ya están desbordados, el miedo de los primeros días ha quedado enterrado, y las cuestas se afrontan ya con la forma física de los kilómetros que llevamos en las piernas y la tranquilidad que supone saber que, de momento, todo va sobre el plan que teníamos previsto, es decir, disfrutamos como niños con lo que estamos haciendo y mantenemos intacta la ilusión del primer día, empapándonos de cuanto estamos viviendo y saboreando todo cuanto nos ofrece el camino.
Nuestras compañeras habituales...
La zona centro de Zamora se presenta, después de cruzar el puente romano, con una cuesta, otra más, pero esta es muy corta, aunque pronunciada, pasamos por la sede oficial de la Fundación Ramos de Castro, responsable de los mojones literarios que nos encontramos en las poblaciones con una frase distinta, en cada uno de ellos, pero de gran sabiduría y que hacen reflexionar, uno de los detalles que más me han gustado es que todas las poblaciones tienen su monolito con un texto donde explican tanto la historia de la población como su vinculación con el Camino.
Una magnífica filosofía peregrina...
Llegamos a la Plaza de Viriato, que como todo el mundo sabe (o debería) fue un guerrero que hizo frente al ejercito romano, más o menos cuando Astérix (solo que este último no existió). Con sus árboles enredados, supongo que por las noches de verano aquí se tiene que estar de maravilla, pero nosotros a las 12 de la mañana y con un sol de justicia, pues, que seguimos nuestro camino, antes de abandonar la población pasamos a una tienda donde nos compramos provisiones para comer, a priori no hay mucha distancia entre las poblaciones, pero como nunca se sabe lo que puede pasar, y ya vamos teniendo experiencia al respecto, pues, nos avituallamos con pan y embutido ibérico, así como bebida en abundancia, y a la salida de Zamora, en un banco que hay, aprovechando que tenía un arbolito para darnos sombra, nos comemos nuestros respectivos bocadillos, para afrontar el tirón de otra manera.
Con tal de evitar la carretera, nos decidimos por la opción 2 que nos marca la guía, es decir, salir por la carretera de La Hiniesta, y efectivamente, tal como pone el rutómetro, se pasa al lado de unos vertederos, tal es así que se pierde la pista, las flechas y cualquier indicación, así que decidimos cruzarnos por un terreno totalmente “de liego”, para ir en la dirección correcta, y sin más remedio, buscamos la siempre presente N-630, para llegar a Roales del Pan, aquí nos encontramos con una sorpresa, existe al lado de la calle un mini museo, exposición o no sé como llamarlo, de figuras totalmente artesanales hechas por el dueño de la casa, que van desde imágenes bíblicas a un homenaje al Camino con la figura de Santiago y peregrinos detrás, es cuando menos curioso y desde luego tiene todo el mérito del mundo.
Homenaje a los peregrinos
Así sin más dilaciones nos dirigimos a Montamarta, cabe decir que a estas alturas, habida cuenta de los problemas que tenía en salva sea la parte, hacía más tiempo el viaje de pie que sentado, porque si bien, la cura hizo su efecto, la pomada que tenía no era la más indicada, así cuando ya no podía más, en Montamarta, justo al lado de la iglesia encontramos una farmacia, aún me acuerdo de la cara de sorpresa que puso el farmacéutico cuando me vio pasar, lo primero que me preguntó: -¿vais muy lejos?, - Sí, a Santiago, -¿Y desde donde venís?, - Desde Sevilla, - ¿Y querrás protector solar con la que está cayendo?.... - ejem…pues no, quiero cremita para el culito, jeje, el tío, muy simpático, se troncha de la risa, le digo que es en serio, que me de alguna crema para las rozaduras, y va y me suelta…. – Tenía un 50% de acertar, porque los que pasan por aquí como tú, o me piden crema para rozaduras o me piden protector solar, jajaja.El Zangarrón... sin comentarios...
Así que nada, con mi cremita y después de inmortalizar la estatua al famoso Zangarrón de Montamarta, seguimos el camino, se pasa al lado de la Ermita de la Virgen del Castillo, y circulamos paralelos a la ya querida N-630, en cuanto nos alejamos de la población y aprovechando la ausencia de más bichos vivientes por allí, paramos al abrigo de unos arbustos y procedo a mi cura para calmar el dolor, la verdad es que la situación es surrealista, para alguien que hubiera aparecido hubiera pensado cualquier cosa, jeje; pero mira, a grandes males grandes remedios, y de no ser por la crema, no sé si hubiera podido terminar.
Ermita de la Virgen del Castillo...
El caso es que debido a la citada situación, mi hermano se había adelantado, y aquí empezó nuestro pequeño calvario del día, yo siguiendo las flechas, el camino de repente se torna abrupto y pasa entre monte bajo y vegetación muy cerrada, el caso es que mi hermano se saltó un desvío a la derecha y yo no, resultado, que sigo avanzando pensando que él va delante y el sigue avanzando pensando que yo lo sigo, el problema es que él está totalmente perdido, porque el camino llega un momento que cruza la famosa carretera y yo voy por la derecha de la misma, mientras que él sigue avanzando justo por donde la vegetación es más alta y no te permite tomar referencias, así al cabo de un buen rato, teléfono en mano, y no logramos localizarnos ni tampoco tomar referencias uno u otro para encontrarnos, y para más inri, mi hermano ha pinchado y las recámaras de repuesto las llevo yo, a duras penas, logramos entendernos, yo me vuelvo hacia atrás y me toca cruzar de nuevo la carretera y tomar uno de los caminos que salen de ella para ir en su busca, él viene andando por otro camino pero como 50 metros más arriba en cota de altitud y 500 metros en distancia, es como en las pelis del oeste, para tenderme una emboscada muy bien, pero para que yo lo pueda ver, pues bastante difícil, al final nos reencontramos, con el consiguiente esfuerzo, la pérdida de tiempo que nos ha supuesto y un poco tocados de ánimo porque así no llegamos a Tábara.
Nos reunimos en gabinete de crisis, y decidimos que avanzamos por la carretera, habida cuenta que estamos aún sin comer, a saber dónde está ya el bocata que comimos en Zamora, así que cogemos la carretera en dirección a Tábara, y mira por donde, nos encontramos con uno de los paisajes más interesantes del día, cruzar el Puente de la Estrella sobre el Embalse de Ricobayo, atravesamos una urbanización, y a estas alturas, nuestra pequeña guía no nos sirve, porque claro, nos dirige a Granja de Moreruela, allá donde se separa la Vía de la Plata en 2 opciones, una para seguir hacia el Camino Francés y otra para seguir por la llamada variante Sanabresa,
Tábara a cenar y dormir...
Aquí hablando, nos dimos cuenta de un detalle que nos venía preocupando, al parecer a todos, pero ninguno decía nada, por un comentario sin importancia, alguien dijo que todo iba bien excepto porque estaba “mosca” con las manos, se le dormían los dedos, pero no cuando pedaleaba, sino en ese momento, al cabo de un tiempo de bajar de la bici, por ejemplo, ahora cenando, ¡ja, ja, ja! ¡a todos nos pasa lo mismo!, uno decía que iba comiéndose la cabeza por si era algo de corazón, otro decía que pensaba que era de la circulación, al final, todos riendo, llegamos a la conclusión que es del tiempo, sí, pero del tiempo que nos pasamos encima de la bici, con las manos apoyadas en el manillar, ¡qué bueno! Así que una vez solucionado el misterio y tras dar un paseo para bajar la cena nos fuimos al albergue, tras haber comentado el próximo destino para pernoctar: Puebla de Sanabria.
Con nuestros compañeros de viaje, de izda. a drcha: Toni, Alberto, Jose Andrés, Yo, y Antonio (Raul fue el fotógrafo)
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